Un vecino de barrio Laprida me dijo “la gente traslada cosas, costumbres, comidas, la fe religiosa, las plantas. Uno puede ver algarrobos, nogales, higueras en los patios”. Los árboles y las plantas forman parte de nuestro espacio íntimo, de nuestra conexión con la tierra, de la convicción de que es en Comodoro Rivadavia donde nos quedaremos y que hasta aquí traeremos un pedacito de otra tierra a ésta, que es el nuevo hogar elegido.
Por esto, no es casual que zona norte sea uno de los dos espacios con mucha arboleda dentro de la ciudad, cualidad que comparte con el Cordón Forestal ubicado en la zona sur. En zona norte se produce una doble apuesta al verde: por un lado los norteños que en su historia de migración trajeron sus árboles a los campamentos petroleros pero, por otro, una política municipal que pensó en amplios lotes rurales para la producción de quintas y frutales que permitieran abastecer los mercados, como pulmones verdes y como espacios recreativos para las familias sin necesidad de alejarse demasiado. El constante crecimiento poblacional los rodeó de algunas viviendas precarias e incluso de planes de viviendas quedando atrapados más en una lógica citadina que en una rural.
En este nuevo siglo, se impulsó la creación de espacios verdes y plantación de césped en la mayoría de los bulevares de la ciudad. Las plazas y los parques volvieron a ocupar su lugar como espacios de esparcimiento y recreación social cuyo mantenimiento es realizado por la Municipalidad, contabilizando unos 460 espacios verdes. Asimismo, forman parte de una política de preservación y recuperación de la costa, plazas y parques públicos, áreas verdes públicas y áreas de alto valor paisajístico que debe ser tenida en cuenta para la planificación urbana de Comodoro Rivadavia.
Por Graciela Ciselli en el libro “Comodoro ciudad de oro”