A bailar a Rada Tilly

Durante muchos años la Villa fue un retiro tranquilo para vivir y pasar los fines de semana. Todo transcurría con el incesante sonido del mar como compañero de las caminatas en la playa. Pero un día vinieron los boliches bailables…

Uno de los primeros espacios para la recreación en Rada Tilly

Como parte de la historia de Rada Tilly, no podemos dejar de mencionar los tiempos en que la Villa se convertía en centro de reunión para los jóvenes que buscaban noches de baile y diversión. Las calles de tierra y los tamariscos son mudos testigos de aquellos días memorables. A partir de los años 70’, varias discotecas se instalaron en el lugar, rompiendo la tranquilidad habitual de los fines de semana y acompañando a los jóvenes radatillenses y comodorenses en busca de un lugar para la diversión.


De fondo Naranja, boliche bailable de Rada Tilly

Los preparativos comenzaban un miércoles o un jueves con la pregunta característica: “¿Salimos a bailar el sábado?”. Ronano, Sweet Elen (Jhonathan), Marqués de Tilly, Naranja (Tequila), Papillón, Cottage y tantos otros lugares competían por ofrecer la mejor oferta de diversión. Eran interminables noches de música, amigos, baile y recorridas hasta el amanecer. Luego, quienes vivíamos en la Villa caminábamos hasta nuestras casas, mientras otros grupos de amigos iban a pie hacia la ruta, donde buscaban la forma de regresar a Comodoro en taxis, autos particulares o a dedo.

Un capítulo aparte merece el amor declarado dentro del boliche: una mirada cruzada, un roce en la pista, compartir un trago con esa chica/o que tanto te gustaba y la esperada llegada de los lentos, canciones tranquilas para dar el broche de oro a una noche especial. Finalmente, ambos abrazados en la playa contemplando el amanecer…

En los años 90’, los boliches de Rada Tilly fueron cerrando uno a uno sus puertas, dejando escrito un capítulo más de la historia de la Villa. Quienes alcanzamos a vivir esas épocas hoy las recordamos con nostalgia. Casi parece mentira que el tiempo se haya ido como arena entre los dedos, llevándose con él la bola de espejos, las luces de colores y aquella música, compañera inseparable de las noches. Se esfuman en el recuerdo aquella puerta de madera tallada, la cabina esférica del disc-jockey y el frente de ladrillos que emulaba un castillo mirando al mar. Con el tiempo, la música se fue apagando… Regresaron los amaneceres silenciosos de un Rada Tilly que guarda en su memoria esas hermosas noches de juventud.