Hace un siglo, unos 150 inmigrantes provenientes de Italia desembarcaban en nuestras costas y ponían los cimientos de lo que es hoy la Asociación Italiana de Comodoro Rivadavia. “Esto empezaron a hacerlo ellos. Se juntaban los sábados y los domingos, comían algo, charlaban y pegaban ladrillos. Así nació esto”, nos cuenta Enzo Berardi, miembro de la Comisión Directiva.
Al igual que las demás colectividades, los residentes venidos de la querida y bella Italia y sus descendientes mantienen vivas las tradiciones de su tierra, conservando la cultura, las tradiciones, los bailes y las comidas. En este 2019, la asociación que los agrupa cumple cien años y sus integrantes están preparándose para festejar como corresponde.
“Yo tenía tres años y medio cuando llegué aquí con mis padres. Ellos vinieron a trabajar y yo… ¡derecho a la escuela! Por lo que contaba mi padre, acá era todo muy distinto a nuestra patria… Allá es todo verde, acá parecía un desierto. Les costó mucho adaptarse. Queríamos trabajar y progresar. Adoptamos este lugar como nuestra casa”, relata Enzo.
Actualmente, esta gran familia –como la define Enzo– está conformada por alrededor de 60 personas entre la Comisión Directiva, los cuerpos de baile y la gente que colabora y “siempre está”.
María y Mónica también pertenecen a la comisión y brindaron a LaHoja sabrosas anécdotas de aquellos pioneros. “Una señora nos contaba que cuando llegó a Comodoro tenía que aprender el idioma para comenzar la escuela. Al empezar el año, la maestra llamó a los padres para preguntarles si realmente sabía hablar castellano. Los padres quedaron sorprendidos… Sucedió que la niña había aprendido… ¡el portugués! El barrio comodorense donde vivían estaba repleto de inmigrantes de ese origen, y ella había aprendido a hablar su lengua, creyendo que era el idioma de acá”, cuenta María.
Estas historias evocan las dificultades que afrontaron aquellas familias al dar sus primeros pasos en este lugar tan lejano y casi desértico. Y, a la vez, demuestran las ilusiones y esperanzas que abrigaban aquellos inmigrantes. Eso los arraigó. Así se formaron estas instituciones, funcionando como reducto del país natal. En los inicios de la Asociación, los italianos encontraron allí un refugio donde sentirse acompañados y compartir sus penas, sus alegrías y sus logros.
“Al escuchar esos relatos, le damos más importancia a este tipo de instituciones. Con el paso del tiempo, ellas pasan a tener otra finalidad. Ya no cumplen la misma función… Ahora se trata de mantener vivas las tradiciones. En ese momento era otra cosa, era la unión, el estar juntos… Como en una embajada, era estar en su lugar propio”.
Actualmente, la entidad desarrolla actividades sociales, culturales y recreativas abiertas a toda la comunidad. Es una de las cofundadoras de la Comisión de Comunidades Extranjeras, por lo que año tras año participa de la Feria, donde la gente se acerca al stand con entusiasmo y pregunta sobre bailes, comidas y bebidas italianas. Los descendientes, además de mantener estas tradiciones, sirven a la sociedad en lo que pueden. Dan contención a muchos chicos que llegan a la Asociación, donde bailan y se reúnen.
“Tenemos italianos nativos, algunos que adoptamos la ciudadanía e italianos de corazón, por amistad o porque simplemente les gusta nuestra música. Hay un gran grupo de gente que se siente parte de la Asociación, y eso nos compromete a continuar nuestra labor. Es algo muy valioso, porque genera lazos solidarios y ayuda a construir el entramado social, tan necesario. Habla de la tolerancia, de la no discriminación. Es nuestro sentir y nuestro marco de referencia”, señala Mónica con entusiasmo.
Éste no es un año más para la Asociación Italiana de Comodoro Rivadavia. Es un año de celebración, al cumplir un siglo de historias y proyectos, siempre conservando el sentimiento profundo hacia su tierra.
Por Mariana Aguilar
LaHoja N°92