“Las asociaciones de comunidades extranjeras son un puntapié para cumplir sueños, conocer nuevas culturas y superarse”, expresa Oscar Flores, actual bailarín de Belly Dance. Nacido en 1978 en una familia alejada de la cultura oriental, su hermana lo llevó a acercarse a ella. “Me inicié en la colectividad árabe bailando su folklore. Uno de los bailes más populares es el dabke que se baila en varios países árabes y representan una pequeña porción si tomamos en cuenta qué hay 22 países árabes y cada uno tiene su folklore y tradiciones”, describe, recordando sus años de adolescencia. Tenía 16 años cuando comenzó a participar en la colectividad árabe y luego en la andaluza, hasta formar parte de la Comisión Artística de Comunidades Extranjeras.

LAS COLECTIVIDADES GENERAN INICIATIVAS EN LA JUVENTUD

Su campo de acción era la danza; estaba definido desde aquel momento, cuando además de bailar comenzó a dedicarse al teatro. “En el año ’96 yo estudiaba en el Colegio Deán Funes, cursaba la secundaria. Nos unimos con el Instituto María Auxiliadora y llevamos adelante el musical Drácula. Así dirigí la primera comedia musical. La entrada era un juguete y alimentos, que reuníamos para los comedores… Eso fue hasta el 2003”, relata Oscar. Esta experiencia le abrió el corazón hacia la danza y, aunque ya tenía un trabajo estable relacionado con su profesión de economista, Oscar se mudó a Buenos Aires para continuar su formación junto a Pepe Cibrián Campoy. En la Capital trabajó en teatro y se formó como artista.

Hoy, repasando su historia, este bailarín reconocido en el mundo afirma que la Asociación Cultural Argentino Árabe (ACARA) le abrió la cabeza. “El hecho de que hoy las comunidades extranjeras les permitan a los jóvenes conocer y tener una iniciativa artística es súper importante. Después, está en cada uno tomar esto como una carrera e iniciarse. Yo tuve la suerte de poder hacerlo. Me mudé a China, donde trabajé para la televisión e hice una gira por 26 ciudades… y conocí el mundo gracias a la danza. Las colectividades no sólo rinden culto a la tradición de sus ancestros, sino que les dan una nueva iniciativa a la juventud”, expresa Oscar, muy contento.

LAS ODALISCAS SON UNA FANTASÍA

Oscar cuenta que en la mayoría de los países orientales es el hombre quien baila en público. Las mujeres lo hacen en círculos íntimos y reducidos. “La danza oriental como espectáculo en América siempre ha sido el gran centro”, define, pero no es así en los países de origen. Este interés occidental por la danza provoca que muchos jóvenes busquen aprenderla. Es por ello que cada año, a fines de noviembre y principios de diciembre, Oscar regresa a su ciudad natal para tomar exámenes en el Estudio de Danzas Henna Khadra, de Gisela Isper, con quien trabaja desde hace muchos años. Flores indica que en América latina, sobre todo en Argentina, hay clases con 200 o 300 alumnos en simultáneo, y eso en Europa no sucede.

Comodoro lo recibe cada año para disfrutar la Navidad y el Año Nuevo con su familia, como también la colectividad, que lo espera para compartir sus experiencias. Oscar afirma que el trabajo de las colectividades tiene sus frutos y que en nuestro país los bailarines son de primer nivel, porque toman clases desde pequeños. “Aquí tenemos la oportunidad de las escuelas. Hay un nivel muy alto de bailarines. Desde chiquititos empiezan a aprender arte, a bailar. Eso les da una facilidad y una apertura mental que no sucede en otros países; es maravilloso”, sintetiza. Además, asegura que muchos profesores del mundo buscan venir a la Argentina, para conocer a los alumnos y adquirir experiencia.

Antes de partir hacia Barcelona, donde reside actualmente, Oscar disfrutará del Islote –su lugar favorito, que se encuentra en zona norte, entre Kilómetro 8 y Caleta Córdova–. Allí renueva energías, su corazón está aquí. Al despedirse nos regala esta reflexión: “Lo bueno es que los padres envían a sus niños a hacer danza desde pequeños lo malo es que cuando ellos quieren hacer de esto una carrera los padres no lo apoyan porque les da miedo, en lugar de apoyarlos y aconsejarlos a seguir su camino pues la carrera es una vida dura pero llena de alegría pues estás creando arte”.

 

Por Elena Yrrazabal