La historia grande se construye poco a poco, con el esfuerzo diario de cada uno.
Las anécdotas domésticas, los recuerdos, la memoria y las experiencias de quienes vivimos en Km 5 se verán reflejadas en estos fascículos, para recordar así quiénes somos, quiénes fuimos y por qué estamos acá.
Hoy nos referiremos a un personaje respetado y querido por vecinos y clientes: David Robledo –Robledito, como lo llamaban todos–, de profesión canillita, espíritu inquieto, contextura menuda y poseedor de un potente timbre de voz, herramienta muy útil en su trabajo.
No se amilanaba ante el rigor climático. Ni la lluvia, la nieve, el viento o el frío extremo le impedían cumplir a rajatabla su tarea, a veces en bicicleta, otras caminando… Eso sí, con la inefable compañía de sus fieles perros.
¿Quién no recuerda el kiosco de Robledo junto a la vieja estación Talleres, tan bien provisto de revistas, golosinas y algo de regalería? Para los que transcurrimos nuestra infancia allá por la década del ’50 es imposible olvidar el clásico olorcito a revista nueva y la ocasión de comprar algunas golosinas, como los famosos caramelos Tofi.
Robledito, un ejemplo de compromiso, responsabilidad y contracción al trabajo.
María Rosa Bertossa