Los trenes dejaron de funcionar en 1979. Hasta esa fecha éstos constituían uno de los transportes urbanos utilizados por las poblaciones de los barrios por los cuales la vía pasaba y se habían levantado estaciones, como la de Km 5 donde estaba la Estación Talleres. Los astrenses y diademenses recuerdan la autovía que les permitía “bajar a Comodoro” a quienes vivían en los campamentos petroleros. Y muchos años antes un tren costero llevaba a los comodorenses hasta las playas de Rada Tilly. La desaparición del tren obligó a pensar en nuevos caminos como el costero General Perón que bordea los cerros y el mar hasta la playa radatillense o la doble vía que se construyó hacia el norte y sur de la ciudad e incluso existe el proyecto de la circunvalación para descongestionar las redes viales.
Un comodorense sabe que las distancias entre un barrio de zona sur y otro de zona norte puede implicar un recorrido de 20 o 27 kilómetros. Es muy difícil circular en bicicleta entre tantos autos, una topografía irregular y el viento que también incomoda a ciclistas y motoqueros. Ante esto el automóvil se convierte de un lujo a una necesidad. El parque automotor de la ciudad asciende a casi dos autos por familia, que además se suma a una importante cantidad de camionetas en un número importante vinculadas a la actividad petrolera. A lo anterior, se agregan camiones y colectivos de larga distancia, debido a que la Ruta Nacional N°3 atraviesa el centro de la ciudad siendo el único paso norte-sur. Con todos estos vehículos circulando, el tránsito se torna intenso, desordenado y hasta caótico en algunos horarios en particular.
Si nos dejan soñar un rato, podemos ver que aún existen espacios dentro de la ciudad donde podrían levantarse vías para que nuevamente pase un tren, tal vez uno que sea impulsado por alguna de las energías alternativas.
Por Graciela Ciselli en el libro “Comodoro ciudad de oro”