Las huellas de Flägel

Hacer preguntas es una costumbre que no se debe perder, la curiosidad es una cualidad de los niños, que al llegar a adultos se pierde, porque preguntar permite aprender. Caminando por KM3 consulté por qué la calle que se ubica frente al Jardín Juana Manso, se llama Ewald Flägel. Son preguntas difíciles de responder, porque no hay un archivo de nombres, pero sí historias que permiten descubrir a ciudadanos inolvidables.

Don Ewald Flägel llegó a Comodoro Rivadavia en 1923 cuando tenía 9 años, vino con su padre. La 1era Guerra Mundial destruyó Europa, dejó miles de muertos y graves problemas a resolver, pero sobre todo tiñó de desesperanza el futuro de quienes sobrevivieron. La única posibilidad era migrar “No sé cómo se conectaba mi abuelo con su hermano que estaba acá, aun no puedo comprenderlo, pero mi papá vino con mi abuelo cuando apenas tenía 9 años, no hablaba español, pero era el hijo mayor y tenía que responder al legado familiar, acompañar a su padre” cuenta Aldo Flägel, hijo menor del Ewald junto a Elda, su hermana. Pero seguramente las comunicaciones se daban por carta, es difícil imaginar otro método de comunicación que no sea mediante el correo o el telégrafo. Allí en Meckenburg (Alemania) su madre y sus cuatro hermanos esperaban la aprobación para arribar a Comodoro, llegaron un año después. En ese momento Ewald asistía al Colegio Miguel Rúa, su estadía duro poco “Ninguno de los dos conocía el idioma, por eso mi papá ingresó en 1er grado, aunque en Alemania cursaba 4to. Cuando creció se dio cuenta que no dejó un buen recuerdo en su primera escuela porque sus compañeros le enseñaban malas palabras y le decían que se las diga a los maestros, lo que le causó graves problemas y no fue más” describe Elda entre risas.

Fotógrafo, comerciante y deportista

Cuando su padre consiguió trabajo en KM3, Ewald asistió a la Escuela Nº 2 de Frontera de KM3 e ingresó a trabajar en el semanario “El petróleo”, un periódico dedicado a temas de interés para los trabajadores petroleros, allí se desempeñó como linotipista. Pero tres años después YPF censura el periódico, la situación de crisis política y económica domina la zona y el semanario cierra sus puertas, Ewald se queda sin trabajo. Sin embargo a uno metros, en una casa de fotografía llamada “Jontza” el dueño lo contrata para realizar diversas tareas, corría el año 1930. Se dice que en esos caminos, entre idas y venidas, el joven alemán de ojos claros conoció a su compañera de vida, Ellen Roberts de descendencia galesa y 11 años después compro el fondo de comercio de la casa de fotografía, aunque debió cambiarle el nombre “Eran momentos difíciles para los alemanes, aunque estaba lejos de su tierra no estaba bien visto que tuviera propiedades a su nombre, porque la 2da guerra azotaba al mundo. Por eso mi papá le puso el nombre de su cuñado: Foto Quiroga” explica Aldo mientras indica la ubicación del comercio en KM3, en la Av. Tehuelches al 100.

Ewald fotografió a todos los trabajadores ypefianos, familias de inmigrantes que llegaron en esos años y así fue conocido por todos como el único fotógrafo de los campamentos, haciendo alusión a KM3, KM5, KM8, Astra y Diadema. “Papá tenía un andar particular por un problema congénito en la cadera, que en la actualidad se soluciona con una operación, pero en aquella época lo solucionaron poniéndole un taco de madera en uno de los zapatos para que tenga equilibrio” rememora Aldo en la entrevista. Su intención de entregar todo a esta tierra que los cobijó y les dio un futuro, generó que Ewald nunca les enseñe alemán a sus hijos “Él decía que teníamos que hablar el idioma de este lugar, por respeto a esta tierra” define su hija con los ojos llorosos. Ese afán de devolver lo llevó a participar de la vida social, conformó la primera Asociación de Comercio de KM3, fue socio fundador del Club Náutico de KM3, del Club El Tiburón que luego se trasformó en la Federación Deportiva. Los tres hermanos Flägel: Elda, Heriberto y Aldo recuerdan la vida laboral en la casa de fotografía donde colaboraban siempre y al mismo tiempo las aventuras náuticas de su padre, que no solo disfrutaba de las competencias náuticas sino que también construían sus propias embarcaciones, destacándose en la carpintería náutica.

El legado Flägel

“Papá no nos dejó propiedades, sino un gran legado basado en los valores de la educación, el respeto y el amor por esta tierra, su inversión fue enviarnos a estudiar a Buenos Aires. En aquellos años era algo muy difícil, pero además él nos envió a los tres, lo que causó un gran revuelo familiar porque como iba a dejar que su hija mujer estudie en la capital.   Sin embargo el cumplió,  nunca nos enteramos de los problemas económicos que tenía, si los tenían, con mi madre eran muy reservados” expone Elda. Antes de fallecer en mayo de 1994, la directora del Jardín Juana Manso le entregó un reconocimiento por su tarea desinteresada y voluntaria en las actividades de la institución, como fotográficas pero también de infraestructura. Don Flägel falleció tres meses después de ese reconocimiento, pero la institución no se conformó con una placa y solicitó al Concejo Deliberante que la calle que se encuentra frente al jardín lleve su nombre, para que Don Ewald Flägel siempre los acompañe.

 

Por Elena Yrrazabal

 

 

 


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