Nelly y Francisco: el relato de un amor eterno

Una historia singular en Km8

Nelly Torrecillas nos abre la puerta de su casa, ansiosa por contarnos su vida junto a su fallecido esposo, Francisco Cortés, transcurrida totalmente en Km8. Ella es hija de una argentina y un español, llegados a Comodoro desde la provincia de Buenos Aires, ya con tres hijos, hermanos menores de Nelly. Ella y su hermano menor nacieron en Km8. Ambos partos fueron en el hogar familiar. “En ese tiempo la cigüeña llegaba a la casa”, dice sonriendo.

Con sus ojos que aún denotan juventud y fortaleza, nos cuenta que vivió los primeros años de su vida en el barrio que se encuentra debajo de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima. “Pasamos una infancia linda. Nos conformábamos con lo que teníamos. Mamá lavaba ropa para afuera para ayudar a mi papá, y él tenía que trabajar horas extra. Mis hermanos vendían diarios y repartían la ropa que lavaba mamá”. Luego, la familia se trasladó a la zona del Correo. “Jugábamos donde hoy está el Centro Cultural del 8, con los hijos de los dueños; eso era una gamela. Como vivíamos en el Correo, descendíamos una bajadita y ya estábamos en la gamela”, recuerda Nelly. Entre otras anécdotas nos cuenta sobre las salidas al cine, especialmente los domingos a la tarde, cuando era la matiné. En su rostro se puede ver mientras habla cómo pasan aquellas imágenes: la gente esperando desde temprano para conseguir lugar, ella y sus amigos viendo películas de cowboys… O las veces que con una amiga iban cuando el cine no funcionaba a ver a un hombre que tocaba el piano en el palco y lo aplaudían desde la oscuridad… ¡para después salir corriendo! También recuerda el parque del barrio, que en esos años estaba en su esplendor. Algunas noches allí se bailaba, y allí compartió algunas piezas con Francisco.

Por último se mudaron a Barrio Centenario. Nelly cuenta que fue gracias a un contacto que consiguió su madre: “Mi mamá trabajaba para el gerente de la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo. En el verano, cuando venía la familia del señor desde Buenos Aires, ella iba a su casa a planchar. Yo la acompañaba y hacía los deberes allí, mientras ella planchaba. Gracias a esa relación, conoció al administrador y le pidió una casa más grande… Así nos dieron la casa de Centenario, donde viví hasta que me casé”.

Nelly fue docente en tres colegios: en la nocturna de la escuela de Km8, en la diurna del barrio Próspero Palazzo y finalmente, hasta que se jubiló, en la escuela N°126, de la cual había sido alumna.

Por su lado, la familia de Francisco Cortés llegó desde la andaluza Almería. Eran cuatro hermanos. Su padre vivía y trabajaba en el tambo de Km8 ordeñando vacas. Sus hermanos ayudaban al padre a repartir la leche entre los vecinos. Francisco, en cambio, empezó en el cine como mozo, vendiendo dulces y helados a los espectadores. Más tarde se empleó en la fábrica de cemento de Km8 y allí se quedó hasta la jubilación.

Nelly y Francisco se casaron el 20 de abril de 1962. Vivieron con los padres de Nelly y luego consiguieron un terreno cerca de la fábrica. Les fue difícil, pero luego de unos seis años lograron construir su casa. En 1965 nació Eduardo Alberto, único hijo de la pareja. “Fue toda nuestra vida acá en Km8. No nos fuimos a ningún lado más, siempre luchando con el trabajo”.

Cuando habla de su esposo, a Nelly se le iluminan los ojos. Cuenta que siempre fue muy emprendedor, y lo mucho que colaboraba en el barrio con el club, el sindicato y el centro de jubilados. Los unió un amor que trasciende las barreras del tiempo. “Capaz me hubiera casado con otra persona, pero no habría sido tan feliz como con él. Fue un ejemplo de marido. Tuvimos la felicidad más grande del mundo”, reflexiona con admiración. “Era muy compañero. Nunca iba solo a hacer las compras. La vida la disfrutamos mucho. Fuimos dos veces a España, a conocer el lugar donde él nació”.

Hace una pausa y su voz se quiebra para preguntarse en voz alta: “¿Por qué no nos fuimos los dos juntos?”. Francisco tenía 84 años cuando falleció. Sus seres queridos le brindan a Nelly el apoyo incondicional que ella necesita. “Ahora no me queda otro remedio que seguir para adelante”, concluye.