Era abril de 1990. Se respiraba un aire especial y de gran expectativa en el barrio. Todo estaba listo para un evento tan esperado, en cuyos preparativos se había puesto tanto esfuerzo. Entre las arboledas amarillas, el sol de la tarde y la brisa fresca del Sur, se dio inicio a lo que sería uno de los acontecimientos culturales más importantes de la región.
LaHoja tuvo oportunidad de visitar a Ángela Newmberg, vecina del barrio y participante activa de la organización de Otoño en Diadema. Con gran amabilidad, nos invitó a su casa ambientada con coloridos vitreaux y diversas artesanías, donde afloraron los recuerdos, acompañados de risas y nostalgia, haciendo que nos remontáramos a dos décadas atrás.
“Yo me vine a Diadema en el año ’75. Elegí vivir acá y mi marido también… Él ya había vivido en el barrio cuando era más jovencito. A los dos nos gustaba, y queríamos tener una familia grande, que nuestros hijos se criaran en el campo con las ventajas de la ciudad, estando a un paso de Comodoro”.
Ángela empezó a interesarse por el barrio y se entusiasmó con el manejo de la Cooperativa. En 1980 comenzó a integrar el Consejo de Administración. Con algunas intermitencias, siguió hasta el 2006. Durante 20 años ocupó el puesto de secretaria, un trabajo que le apasionaba.
En el año ’90 surgió la idea de hacer Otoño en Diadema. La persona que estaba en ese momento representando a Fundación Diadema, y que fue la organizadora, era Blanca Charles. “No había una comisión ni nada, sino sólo un grupo de gente que trabajábamos todos juntos y por igual. Siempre alguien tiene que tener el peso de la organización, y ella era Blanca”.
La participación de distintas entidades del barrio en la gestión del evento fue muy importante: CAPSA, Fundación Diadema, CoVidiAr, el Hospital, el Centro de Promoción Barrial, el Club Argentino Diadema, la Cooperadora de la escuela, la Comisión de la iglesia, entre otros… Todos colaboraron. “Las instituciones estaban unidas para realizar Otoño en Diadema; por eso se logró lo que se logró. Fue una unión de gente: cada institución designaba a uno, y ese uno era el que proponía y hacía. Por supuesto hubo diferencias y discusiones, como es normal en cualquier grupo de seres humanos. Pero siempre se llegaba a un buen término. El resultado fue evidente. Eran tres días que Comodoro se volcaba a Diadema en forma masiva”, comenta Ángela.
De esta manera, en todas las instalaciones del vecindario se realizaban diversas actividades, desde ferias de artesanos y exposiciones de arte, encuentros de cine y poesía, hasta espectáculos musicales y de danza. “Cada sector tenía algo para divertirse y disfrutar. Eso era lo más importante: que hubiera espectáculos para todos. Había muestras de coros, por ejemplo. Algunas veces se hacían en la iglesia, otras en el cine…”.
Entre los artistas reconocidos que estuvieron en el Festival podemos citar al grupo vocal Malagma, de Comodoro Rivadavia, y al artista plástico bonaerense Alejandro Costas. Asimismo, los folletos y el logo del evento fueron realizados por Edgardo Castro, un artista local. Por otro lado, las tertulias se disfrutaban: la gente de Diadema y los visitantes se reunían para charlar sobre literatura, música, arte o simplemente para contar viejas anécdotas.
La charla con Ángela fue muy amena. Entre tantos recuerdos, no pudo pasar por alto una situación muy graciosa. “El sábado, después de que se iba toda la gente, había que limpiar el gimnasio. Por lo menos barrer todos los pasillos, para que al otro día se viera como la gente. Ese día, mi perro Timón andaba conmigo… Era más bueno que el pan, cruza de labrador y no sabemos qué más. Era enorme. De repente, lo veo salir corriendo con un queso en la boca. ¡Se lo había robado a los chicos de la escuela agropecuaria de Sarmiento, que habían venido a presentar sus productos! ¡Yo no lo podía creer! Por supuesto, rescaté el queso y al otro día lo llevé, todo mordido y les dije: ‘Cobrámelo, decime qué te debo. Mi perro se lo robó’. ¡Se morían de la risa!”, cuenta Ángela entre carcajadas.
Otoño en Diadema se celebró tres años consecutivos en la década del ’90, y se proyectó nuevamente en el 2000. Eran tres días de pura fiesta. Las personas que lo organizaban trabajaron arduamente para que todo saliera perfecto, pero sobre todo lo disfrutaron. “Éramos todos iguales, discutíamos las cosas. Además, el hecho de que alguien de Diadema diseñara los folletos fue un valor agregado. Nosotros queríamos algo más nuestro, con nuestro propio esfuerzo. Lo logramos. Lo hacíamos porque nos gustaba. Fue realmente una experiencia hermosa”.
Por Marina Águila